Una fe que compromete
“Entonces Jesús les preguntó a sus doce apóstoles: —¿También ustedes quieren irse?”, Jn 6:67
Cuando Jesús nos confronta es preciso quitarnos las máscaras y declarar de qué parte estamos. El seguimiento de Jesús es una fe que compromete.
Este compromiso nos habla sobre la fidelidad que no se puede reducir a un simple quedarse. No es estaticidad o inmovilismo. La fidelidad es algo dinámico porque es una realidad en movimiento. Hablamos de progreso, de buscar, descubrir y dejarnos sorprender.
Que importante es revisar las raíces de la fidelidad para volver a interpretarla. No podemos imponer la fidelidad sino vivirla descubriendo su belleza. La fidelidad no se padece, sino que se vive con esperanza y libertad.
La libertad nos lleva a interiorizar las opciones que tenemos. Es cuando tomamos conciencia de los valores con los cuales estamos comprometidos.
Cuando decido seguir al Señor se trata de una decisión lúcida, apasionada y consciente. No sigo porque “debo”, sino porque quiero, gozosa y libremente estar en su seguimiento.
Nos unimos a Jesús para caminar juntos, para ir en la misma dirección, para dar lo mejor de nosotros mismos y ser nuevos.
Esta fidelidad no es una estructura, reglamento o control que limita los movimientos. Se trata de un camino interminable, imprevisible y rico de sorpresas donde podemos hallar pastos y movernos con entera libertad.
Por todo esto hemos decidido “permanecer”. Es seguir caminando porque no podemos quedarnos en el mismo sitio y estar parados.
Somos fieles cuando decidimos honrar su nombre.
“—Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres… Así que, si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres. Jn 8:31-32, 36
“Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo. Se moverá con entera libertad, y hallará pastos.”, Jn 10:9
Carlos Scott
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