Perturbando el orden público
“Algunos querían arrestarlo, pero nadie le puso las manos encima... —¿Se puede saber por qué no lo han traído? — ¡Nunca nadie ha hablado como ese hombre! —declararon los guardias.”, Jn 7:44-46
El contraste entre Jesús y las autoridades resulta irremediable y la fase más aguda de la crisis tiene lugar durante una fiesta. La vida de Jesús corre peligro.
Los sumos sacerdotes disponían de un cuerpo especial de policías. Ellos pensaron que una vez puestas las manos en el agitador todo se habría calmado.
La fuerza policial seguramente estaría vacunada contra las emociones para cumplir su trabajo, pero resulta que son capturados por una persona, una actitud, un carácter, un semblante y una “palabra”.
El encuentro es desigual dado que nos encontramos con un hombre indefenso y por otro lado hay gente armada.
Es aquí cuando se da lugar a la “palabra”. Cuando la gracia de la palabra entra en acción no hay nada que la pueda detener. Juan nos recuerda mas adelante que Jesús nos dice: “Yo soy”, donde lo que resta es dar un paso atrás y caer desplomado, Jn 18:6
Hoy necesitamos esta misma “palabra” en acción para cada una de nuestras vidas. Cada palabra que Dios pronuncia tiene poder y tiene vida.
"La palabra de Dios es más cortante que una espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo de nuestro ser. Allí examina nuestros pensamientos y deseos, y deja en claro si son buenos o malos. Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de él, pues Dios puede verlo todo con claridad, y ante él seremos responsables de todo lo que hemos hecho.”, Hebreos 4:12-13
En este día nos unimos al decir: “—Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra, y mi siervo (familia) quedará sano”, Mt 8;8
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