jueves, 21 de abril de 2022

EVALUACIÓN

 Una evaluación personal

"¡Yo vi al Señor... !", Isaías 6:1-8
¿Puede la santidad alejarnos de otras personas, abandonar el amor y la misericordia?
Isaías fue un profeta del Antiguo Testamento que fue enviado a un duro trabajo: predicar y profetizar a la rebelde nación de Judá. En los capítulos iniciales de Isaias hay una denuncia directa del estado del pueblo y la sociedad de su época. El profeta está inmerso en esta realidad y no aparte de la misma. Son estos momentos donde necesitamos una renovada visión del Señor.
Isaías tuvo una visión de la santidad de Dios. La descripción de la imagen de Dios en medio de su gloria es impresionante. Había poderosos serafines y "En gran coro antifonal cantaban: ―Santo, Santo, Santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria.", Is 6:1-3.
La visión lo lleva a experimentar una profunda angustia por su condición humana. Su angustia radica en que ve su propio pecado –no a su vecino, no a su iglesia - sino al mismo Isaías. Esto lo conduce a buscar confesión y purificación. Antes que Isaías fuese enviado por Dios, necesitaba un encuentro con la santidad de Dios.
“Santo” significa “consagrado o apartado”, pero esto no significa que debía vivir dándole la espalda a su gente. Isaías es humano y se encuentra en el mismo nivel que otros seres humanos. El profeta se coloca al lado de sus compatriotas y nunca en una posición de superioridad. Asume el problema del pueblo como algo propio, no se excusa y no se lava las manos.
Isaías entiende el estado de su alma a la luz de la santidad de Dios, experimenta el perdón de Dios y reconoce que no debe vivir ajeno a lo que le pasa al otro. Isaías está listo para ser enviado.
Carlos Scott

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