La relación unos con otros
“Pablo se quedó algún tiempo en la ciudad de Corinto. Después se despidió de los miembros de la iglesia y decidió irse a la región de Siria... Cuando llegaron al puerto de Éfeso, … Los judíos de ese lugar le pidieron que se quedara unos días más, pero Pablo no quiso. Se despidió de ellos y les dijo: «Si Dios quiere, regresaré a verlos.» … La siguiente parada fue en el puerto de Cesarea. De allí subió y visitó a la iglesia de Jerusalén, y luego regresó a Antioquía… y después se fue a visitar varios lugares de las regiones de Galacia y de Frigia, donde animó a los seguidores a mantenerse fieles a Jesús”, Hch 18:18-23Lucas nos relata que Pablo se quedó algún tiempo más en Corinto y probablemente animado cuando el Señor le dijo: “Tengo mucha gente en esta ciudad”. No sabemos cuánto tiempo más estuvo, pero luego llego el momento de despedirse de los hermanos y seguir su viaje. En Éfeso se dedicó a compartir con los judíos y su mensaje fue bien recibido. Le pidieron que se quede unos días más, pero decidió seguir adelante. Desembarco en Cesarea, llego hasta Jerusalén y después se fue a Antioquia y finalmente siguió rumbo a las regiones de Galacia y de Frigia, donde animó a los seguidores a mantenerse fieles a Jesús. En todo este relato se destaca la importancia que el apóstol le daba a la comunión o sea a la relación de unos con otros. Esta relación implicaba animar, alentar, acompañar, sobrellevar las cargas unos a otros y confiar en el Señor en toda situación. Este es un dato esencial para los tiempos que nos toca vivir en nuestros días. La vida de los seguidores de Jesús no está separada de las comunidades de los creyentes. Nos necesitamos unos a otros para alentarnos a las buenas obras, sentirnos amados, aceptados, darnos la bienvenida con brazos abiertos y que la misma refleje la empatía y el apego: ¡Te estábamos esperando! En comunidad es donde nos ayudamos a ser pacientes, perseverantes en la fe, alegrarnos juntos, compartir las bendiciones como también las dificultades. Es colaborar, ayudarnos, adorar juntos a nuestro Dios y que el canto, la palabra y la oración tenga profundidad misionera.
Carlos Scott
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