Disturbios
“Según él, los dioses que nosotros hacemos no son dioses de verdad, y mucha gente le ha creído”, Hch 19:21-35La predicación del evangelio puede tocar determinados intereses que van en contra de los valores del reino de Dios. Esto mismo paso en Éfeso y Lucas nos relata “Por aquel tiempo, los seguidores de Jesús tuvieron un gran problema”. Hubo un disturbio que puso en riesgo a la joven iglesia que se había establecido allí. Existía un gremio de artesanos que fabricaban figuras de plata en el templo dedicado a la diosa Artemisa. Se trataba de un negocio lucrativo para un platero llamado Demetrio y otros artesanos que ganaban mucho dinero. Para estos comerciantes que se aprovechaban de la religiosidad popular la predicación del evangelio significaba una gran amenaza a su negocio. No tenía que ver con la devoción a la diosa Diana, sino era una preocupación económica. Llevado por estos motivos se proponen frenar la predicación pública del evangelio y el avance misionero acusando públicamente a Pablo. Ellos decían: “Pablo está dañando nuestro negocio y también le está quitando fama al templo de la gran diosa Artemisa...». “La gente se puso a gritar, aunque algunos ni siquiera sabían para qué estaban allí”. Lucas entrelaza los motivos económicos con los religiosos. Los intereses políticos y económicos algunas veces se revisten de religión y esto pasa también en nuestra América Latina. Para algunos el servicio a Dios y el servicio a sus propios intereses son la misma cosa y el problema es mayor cuando creen que lo hacen con completa sinceridad. El tema es que se crea un ambiente de fervor religioso atentando contra la ciega sinceridad de muchos para llevarlos a cumplir con los intereses de otros. Pablo nos aconseja “Toma como norma la auténtica enseñanza que me oíste acerca de la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús”, 2 Ti 1:13. El punto final es que somos llamados a seguir a Jesús y confrontar a nuestro mundo con el evangelio; como también al pueblo de Dios. Si por esto nos acusan de subversivos, tal será el precio de la obediencia.
Carlos Scott
Foto Gilbert Lennox
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