Un toque imprevisto
"Había entre la gente una mujer que hacía doce años que padecía de hemorragias. Había sufrido mucho a manos de varios médicos, y se había gastado todo lo que tenía sin que le hubiera servido de nada, pues en vez de mejorar, iba de mal en peor. Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto. Pensaba: «Si logro tocar siquiera su ropa, quedaré sana». Al instante cesó su hemorragia, y se dio cuenta de que su cuerpo había quedado libre de esa aflicción. Mc 5: 25-29
Nos encontramos con una mujer enferma y que había sufrido mucho durante doce años. Esta mujer había gastado todo su dinero para recuperar su salud sin tener un resultado positivo, pero le quedó una reserva de esperanza. La creencia de la época implicaba que era una mujer impura y hacía impuro todo lo que podía tocar, Lv 15:25-27. Ella decide recurrir a Jesús y solo le queda la posibilidad de arriesgarse a tocarlo. La curación fue instantánea. En medio de tanta gente Jesús pregunta: "—¿Quién me ha tocado la ropa?" y "Jesús seguía mirando a su alrededor para ver quién lo había hecho". Mc 5:30-32. Jesús busca un rostro, una persona, un sentimiento, un corazón y pretende un contacto personal. No hay reproches por no respetar la reglamentación vigente y Jesús no se siente impuro porque la mujer le tocó. Las categorías de puro e impuro no le interesan. La fe sí, esto es lo que vale. El maestro se contenta con una fe simple y lo que para otros podría ser superstición para Jesús fue Fe. Puede haber una fe llena de conceptos abstractos con fórmulas seguras pero muchas veces corremos el riesgo que sea una fe que no contagia a nadie. A Jesús le interesó la actitud de esta mujer esperando algo de él y no de los otros. Hoy nuevamente podemos acudir a Jesús y volver a confiar porque es el único que nos puede sanar. Cuando todo ha fracasado, tocar a Jesús es encontrar la vida
Carlos Scott
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