Olor de pan horneado
“Y le preguntaron a Jesús: —¿Por qué tus discípulos no siguen las costumbres que desde hace mucho han practicado nuestros antepasados? ¿Por qué comen sin haberse lavado las manos?”, Mc 7:5
Nos encontramos con una escena donde los discípulos de Jesús son acusados de comer sin lavarse las manos y no seguir los ritos tradicionales. Para esa gente era más importante el reglamento que la misericordia. Cuando el legalismo y la mezquindad va primero lo que le sigue es el atropello, la descalificación, humillación y expulsión. Es triste pensar que puede haber personas que prefieren dejar de lado la empatía, la equidad y proximidad para conservar un sistema de poder y control. Suele haber gente que ha perdido la alegría de vivir por aplicar con dureza determinados códigos. Lo importante para ellos es mantener las manos limpias y no la caridad. Existe una praxis que bajo la máscara de la fidelidad exterior no respeta la intención del Señor. Estos religiosos se habían olvidado de lo ocurrido con la multitud cuando fue alimentada milagrosamente en un lugar solitario, Mc 6:30-44. Jesús tuvo compasión porque eran ovejas sin pastor y lo que había perdido sentido era la tradición. En las manos de Jesús suele haber olor a pan de vida, pero en otros lados suele haber un hedor o tufo insoportable. Dios desea que respiremos bien y el aroma sea el del pan horneado listo para alimentarnos. Jesús mira nuestra interioridad, mira el corazón. El fin de toda ley es el amor. “Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque este determina el rumbo de tu vida”, Pr 4:23
Carlos Scott
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