jueves, 1 de junio de 2023

Una fe relacional

 Espíritu de unidad

“Los que estamos aquí somos de diferentes países. Algunos somos de Partia, Media y Elam. Otros vinimos de Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, Asia, Frigia, Panfilia y Egipto, y de las regiones de Libia cercanas al pueblo de Cirene. Muchos han venido de Roma, otros han viajado desde la isla de Creta y desde la península de Arabia. Algunos somos judíos de nacimiento, y otros nos hemos convertido a la religión judía. ¡Es increíble que los oigamos hablar, en nuestro propio idioma, de las maravillas de Dios!»,  Hch 2:9-11

Hay una visión que deriva del Pentecostés y es que el Espíritu de Dios se derrama sobre todo el género humano, Hch 2:17. Dios une personas de diferentes trasfondos y somos llamados a expresar una fe trinitaria, una fe relacional, en comunidad. Ser creados a la imagen de Dios implica que el ser humano no esté solo y viva en comunidad. El Espíritu Santo nos desafía a evidenciar esta imagen. Unidad con distinción, distinción sin mezcla, y unidad sin separación. Implica amarnos unos a otros, recibirnos y aceptarnos mutuamente. La vida del ser humano no puede ser buena a menos que se desarrolle en comunidad. Somos llamados a ser una comunidad trinitaria. En la antigüedad usaban la palabra perijóresis o perichóresis para describir esta realidad. Se trata de un término griego que está construido por dos palabras: una es peri (alrededor) y el otro choreo (danzar). Es bailar juntos danzando en círculo o alrededor. Significa “intercambiar lugares”, “danzar en torno”. Una danza de vida y amor. Esta fe y amor trinitario es mutuamente sacrificial donde cada persona renuncia a sí misma para encontrarse con las otras. Nos desafía a cerrar las grietas en la iglesia y en la sociedad. Es una fe relacional, se experimenta en comunidad y sugiere que seamos semejantes a la unión entre las Personas divinas de la trinidad. Sugiere la unidad en la verdad y el amor. Se nos llama a ser una comunidad trinitaria que es abierta e invita.

Carlos Scott

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