¿Pensaste alguna vez que a Jesús lo entregaron por envidia?
“Pilato sabía muy bien que los líderes religiosos habían arrestado a Jesús por envidia”, Mt 27:18
Poncio Pilato estaba convencido de la inocencia de Jesús porque desconfiaba de los jefes de los sacerdotes que deseaban su muerte a causa de la popularidad que había logrado junto al pueblo.
Algunos dicen que la envidia es la venganza de los incapaces. Se envidia la capacidad de los otros. El envidioso revela, a pesar suyo, la grandeza del otro.
El envidioso es como aquel que arroja piedras contra un árbol lleno de frutos. La envidia no busca conflictos con la mediocridad. El que envidia pretende oscurecer, ocultar, echar sombras sobre la capacidad del otro y termina finalmente iluminando la grandeza ajena.
Su tragedia es esta: el bien le hace estar mal. La envidia puede producir un desastre en la vida de otros e innumerables sufrimientos para todos. No se puede construir la vida propia tirando abajo la ajena.
La envidia se puede convertir en amor si no esquivamos la meta de ver que a otros les vaya bien. Se nos llama a “alegrarnos con los que están alegres”, Romanos 12:15. Si germina el amor la envidia habrá desaparecido. Es vivir con alegría y generosidad que favorece el desarrollo humano.
Para Pensar: ¿Alguna vez lastimaste a otros por envidia y celos? ¿Cuál puede ser mi oración?
"Pero, ¿cómo podré yo saber qué pecados acechan en mi corazón? Purifícame de esas faltas que me son ocultas, y líbrame de cometer maldades voluntariamente; ayúdame para que ellas no me dominen. Sólo así podré estar libre de culpa y de multiplicar mis pecados”. Salmos 19:12-13 y Salmos 139:23-24
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