- Cuando hablamos de la comunidad o iglesia local estamos hablando de aceptar a otros, recibir, perdonar y amar. La salud de una comunidad se revela en como recibimos a otros, el dar oportunidades, amar, buscar el bien del otro, preguntar, escuchar, aceptar, perdonar, servir. Una comunidad abierta es la que recibe a la gente, le permite participar y no la excluye. Una comunidad sana se caracteriza por dar oportunidades para todos. *“Maestro -dijo Juan-, vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo impedimos porque no es de los nuestros. – No se lo impidan – replicó Jesús – Nadie que haga un milagro en mi nombre puede a la vez hablar mal de mí” Mr. 9:38-39. A Juan y a los discípulos les preocupa la competencia, el prestigio y el poder. Ensimismados tratan de excluir a otros. Juan revela el motivo de su queja: porque no nos siguen, "no son de los nuestros". En otras palabras: No hace las mismas cosas que nosotros, no sigue nuestra metodología, no pertenece a nuestro séquito, a nuestra pauta cultural, a nuestros parámetros, lenguaje, trasfondo o simplemente "No nos pidieron permiso para hacer esto". La posición de responsabilidad o mal llamada “poder” cuando es vista como privilegio para abusar de ella y no como don para el servicio, siempre es excluyente. Los discípulos no han entendido el modelo de Recibir y prefieren Excluir. El resultado de esto en las iglesias y en los movimientos misioneros es el sectarismo. *Jesús responde explicando la intención que tenemos que tener dentro del reino: Recibir, dar oportunidades, hacer participar, no celar, no competir. Jesús acepta a una persona fuera del grupo. No indaga acerca de su doctrina, ni tampoco sobre sus motivaciones. Jesús les dijo: “El que no está contra nosotros está a favor de nosotros. Les aseguro que cualquiera que les dé un vaso de agua en mi nombre por ser ustedes de Cristo no perderá su recompensa.” Mr. 9:40-41. El texto nos invita a valorar lo bueno que nos ofrecen personas ajenas a nuestra manera de ver las cosas. Quien ayude a satisfacer la sed de los que son de Cristo será recompensado en el reino. Una teología muy amplia y abarcativa. Nadie tiene el monopolio en la misión.
Cuando una comunidad o iglesia local tiene buena salud, es un polo de atracción, hay compromiso y las nuevas personas se sienten a gusto. Hay signos de vida. Las señales no son buenas cuando no se quiere ir a las reuniones, no hay diálogo, se pierde la confianza y no hay alegría en estar juntos. Puede haber signos de enfermedad cuando hay celos, envidia, competencia, rivalidades, inmoralidad, falta de integridad y juicios. Todo esto y mucho mas enferman al cuerpo. La salud de una comunidad se revela en como recibimos a otros, el dar oportunidades, amar, buscar el bien del otro, preguntar, escuchar, aceptar, perdonar, servir. Es ir a buscar lo que esta perdido. Es la confianza de unos con otros en los momentos difíciles. Es cuando miramos a las personas no por su poder o lo que nos pueden dar, sino por lo que son, imagen de Dios. Es crecer juntos hacia la madurez a semejanza de Cristo. Una comunidad esta enferma cuando cae en la soberbia, arrogancia, autosuficiencia. Es cuando se mira a sí misma y aparta los ojos del que le trajo la vida. De vez en cuando, cada comunidad debe preguntarse en que momento se encuentra, hacerse un chequeo, analizar si tiene un cuerpo saludable, avanzar y ser semejante a Jesucristo. Esto, no siempre es fácil. Se necesita ser honestos con nosotros mismos, con los demás, con Dios y hablar la verdad con amor. Es necesario discernir las señales que dan la vida y los posibles síntomas de una enfermedad, Ap 2 y 3. Una de las señales de vida de una comunidad es la creación de lazos. Una comunidad que se encierra en sí misma muere por asfixia. Las comunidades que viven su unen a otras. Tiene conciencia de su propia identidad y no necesita comparase con otras. La salud de una comunidad también se manifiesta cuando se extiende y multiplica. No retiene celosamente a sus miembros, sino abre las manos para que sirvan donde Dios les quiere plantar, es generosa, se goza en que otros sean alcanzados. Una comunidad sana es una comunidad que vive la fe, la esperanza y el amor. Es cuando piensa en los demás y se une al corazón de Dios. Una comunidad es sana cuando reconoce a Dios como su fuente de vida.
Cuando decimos comunidad o iglesia local decimos "crecimiento". Cada uno de nosotros esta haciendo un viaje: el viaje de la vida. Todos somos peregrinos en este camino. La vida humana en este viaje y camino de crecimiento debe ser un viaje hacia la unidad con otros. En este camino nos encontramos con nuestras fortalezas y debilidades. Crecer es emerger y salir muchas veces de una visión egoísta. Las comunidades nacen, crecen y dan vida, luego envejecen para volver a renacer. Muchas tensiones en la comunidad provienen de que algunos se resisten a crecer, pues el crecimiento de una comunidad implica el crecimiento de cada persona. Siempre hay quien se resiste al cambio y rehúsa la evolución, pues quiere que las cosas sigan como siempre han sido. Muchos se resisten al crecimiento por las exigencias que demandan una nueva etapa. La comunidad del Reino de Dios o la iglesia es una comunidad que siempre debe estar en crecimiento. Sino crecemos, entonces decrecemos; sanamos o enfermamos. Somos llamados a la madurez en Cristo, reproducirnos, extendernos, multiplicarnos, Ef 4:11-13, Col 1:28-29, Hch 2:47, 5:14, 6:7, 8:4,8, 9:31, 11:20-21, 12.24, 13:49, 16:5, 19:20, 28:31. El reto o desafío de una comunidad que desea crecer es el de adaptar sus estructuras a la cultura y contexto donde sirve; estando disponible para alcanzar a otros con todo el evangelio. El peligro puede estar en una tradición que hay que conservar o una autoridad; o prestigio que hay que preservar. En nuestros días puede haber oposición del Espíritu y Estructuras, pero el reto está en crear estructuras en función del espíritu y no que el espíritu se adapte a la estructura. Necesitamos crecimiento cualitativo - cuantitativo. La manera de ejercer autoridad , discernir y progresar es según el Evangelio que es fuente de vida no olvidando que "el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos".
La misión consiste en llevar la vida de Dios a los demás. Esto es posible cuando las iglesias locales dejan que la vida de Dios fluya a través de ellos. La misión de dar la vida es la misión general de toda comunidad o iglesia local. Somos llamados a estar unidos, vivir la misión, ser luz en un mundo de tinieblas. Una comunidad no existe para sí misma ni para su propia gloria. Es un signo que nos invita a ir mas lejos. El contenido del mensaje de Jesús es el don de la vida. Vida en abundancia. Ha venido a liberar, abrir nuevas puertas y caminos, quitar las culpabilidades, sanar, unificar y salvar. Nos envía como comunidad con la misma misión. Llamados a ser cosas imposibles, ser instrumentos de sanación, de reconciliación, de perdón y unidad. Nos demanda tener confianza en su llamado y poder que se manifiesta a través de la pequeñez y humildad. Cada comunidad es guiada por Dios donde inspira a hombres y mujeres para que respondan a una necesidad específica de la humanidad, en un momento particular de la historia. Esto es evidente cuando se responde a las necesidades menos alcanzadas de los no alcanzados donde ellos se encuentran. En el mundo hay mucha gente sin esperanza, sin el evangelio, demasiados gritos sin respuesta, demasiadas personas muriendo en su soledad. El evangelio es un mensaje que transforma toda la existencia humana. Se vive con plenitud la comunidad cuando es una fuente fresca para todos los hombres. Es cuando se toma conciencia del alcance y universalidad de las Buenas Nuevas. No podremos florecer si estamos centrados en nosotros mismos, sobre nuestras estructuras, problemas y sin un fin afuera. Las comunidades cristianas están ahí para dar vida y esperanza a todos, especialmente a los pobres y a los que sufren. La iglesia como el cuerpo de Cristo esta llamada a penetrar en toda la humanidad como testigos de Jesucristo.
Trabajar por la verdad, la justicia y la paz serán valores claves para la realización de una humanidad que sea imagen de Dios. La pregunta que nos hacemos es ¿Cómo bailamos juntos y damos espacio unos a otros para que exista unidad sin uniformidad, diferencia sin división, personalidad o distinción sin individualismo? Nos toca vivir en función de la misión de Dios, contribuir constantemente a la realización de la unidad que Jesús pide en una de sus más profundas oraciones. Jn 17:21. La meta es clara y la asistencia del Espíritu Santo está asegurada, Jn 14:26, 15:26, 16.7-8. La mejor forma de trabajar en esta realización es imitando con la ayuda de la gracia divina lo que viven las tres personas de la trinidad. Son eternamente activas donde el Padre siempre trabaja y que Él también trabaja, Jn 5:17. No hay cansancio ni tampoco interrupción en las relaciones que unen a las tres Personas. Implica movernos a la entrega y el intercambio mutuo sea por obras específicas, la oración y relación espiritual. Moverse significa también hacer espacio para que los demás puedan desarrollarse y realizar la misión sin obstáculo, ni estorbo. Hay que saber ceder el lugar a quienes lo van aprovechar mejor y ampliarlo para que quepan otros. Nadie y ningún grupo puede quedar excluido de la comunión. Todos deben ser integrados cuanto antes, unir fuerzas y con energía enfrentar el mal y combatir los ataques dirigidos contra la unidad, motivadas por la soberbia, egoísmo y la codicia. Somos llamados a servirnos unos a otros por la pasión que tenemos por el evangelio. Nos necesitamos, 1 Co 12.21-22. Somos miembros los unos de los otros. Se nos invita a tomar una decisión, creer, a no dudar y tomarnos de la mano de Dios. Esto determinara el grado de intimidad con Dios que deseamos tener y en qué medida queremos que sea Dios quien dirija nuestra danza. Sera necesario aprender los pasos, escuchar la música del Espíritu y ser un acontecimiento de gracia al desplegarse su vida en nosotros.
Jesús ora por todos los creyentes: “No ruego solo por estos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno…”, Jn 17:20-22 El texto de Juan 17 presenta el modelo de la unidad sobre la base del amor trinitario. El Señor ruega al Padre “que sean uno, así como nosotros somos uno”, Jn 17:22 y abre una nueva perspectiva a nuestra mente, donde sugiere que seamos semejantes a la unión entre las Personas divinas de la trinidad. Sugiere la unidad en la verdad y el amor. Se nos llama a ser una comunidad trinitaria que es abierta e invita. Nos desafía a cerrar las grietas en la iglesia y en la sociedad. La oración de Jesús fue oída por el Padre, así que, en Cristo y en la perspectiva de Dios, ya somos uno. El cuerpo de Cristo desde su perspectiva es indivisible. “Nuestro pasado puede ser denominacional, pero nuestro futuro es ecuménico. Nuestro gran desafío es como convivir en la diversidad”. La comunidad de la iglesia debe ser como una danza circular de vida y amor. Debemos dejar la división, pero no la diferencia; dejar la uniformidad, pero no la diversidad; dejar el individualismo, pero no la distinción y personalidad. La comunidad implica danzar alrededor, danzar en torno e intercambiar lugares. Es cuando estamos compenetrados con el otro respetando su personalidad. Hacer espacio para otros, vaciarnos de nosotros mismos y ser humildes. Respetar, dar dignidad y tener una relación cara a cara.