miércoles, 11 de diciembre de 2024

Descubrir nuestra propia debilidad

 Máscaras

“Jesús dijo: —Simón, tengo algo que decirte…”, Lc 7:40 

Uno de los problemas que podemos tener es creer que podemos mostrarle al Señor nuestras virtudes. El dirigente Simón quizás buscaba darse importancia al invitar al Señor y hacerse la ilusión que podría ser admirado por su moralidad. Mas que pensar en nuestras propias virtudes para compararnos con otros, siempre es más oportuno examinarnos, inspeccionar y descubrir nuestra propia debilidad y pobreza. La máscara honorable también puede esconder una gran miseria. El religioso Simón está disponible para confesar los pecados ajenos, pero no puede ver lo suyo propio. “Al ver esto, Simón pensó: «Si de veras este hombre fuera profeta, sabría que lo está tocando una mujer de mala fama.». En la otra vereda nos encontramos con una mujer que se limita a expresar gestos de arrepentimiento, una liturgia de amor y ternura que conmovió al Señor. “Si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado. Si afirmamos que no tenemos pecado, lo único que hacemos es engañarnos a nosotros mismos y no vivimos en la verdad; pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Si afirmamos que no hemos pecado, llamamos a Dios mentiroso y demostramos que no hay lugar para su palabra en nuestro corazón.”, 1 Jn 1:7-10

Carlos Scott

Foto Gilbert Lennox
 

martes, 10 de diciembre de 2024

La evidencia de la ternura

 Encuentro y Gestos

“Un fariseo llamado Simón invitó a Jesús a comer en su casa. Jesús aceptó y se sentó a la mesa. Una mujer de mala fama, que vivía en aquel pueblo, supo que Jesús estaba comiendo en casa de Simón … y fue a ver a Jesús”, Lc 7:36-37

Nos encontramos en la casa de un fariseo llamado Simón y uno de sus invitados es el Señor. Sorpresivamente llega una mujer de la cual muchos no hablan muy bien y no está en la lista de los invitados. Su presencia no es muy grata, pero Jesús le da mucha importancia. Es una mujer que más que hablar se expresa con gestos concretos y estos resultan bastante incomodos para los presentes. Su conversación está marcada por “las lágrimas”. Ella celebra un encuentro que evidencia la ternura. Ella fue a buscar un frasco de perfume muy fino, luego fue a ver a Jesús y se arrodillo detrás de él. Sus lágrimas caían sobre los pies del Señor y después secó los pies de Jesús con sus propios cabellos, se los besó y les puso el perfume que llevaba. Jesús en principio no le dirige la palabra, pero comienza a hablar de ella a Simón. El Señor fue tocado por todo lo que esta mujer le ofreció con total libertad y espontaneidad.  Son gestos de amor, de ternura, de arrepentimiento y confesión. Es la búsqueda del perdón y de una vida nueva. Jesús una vez más nos sorprende y le dijo a la mujer: «Tus pecados están perdonados.» Los otros invitados comenzaron a preguntarse: «¿Cómo se atreve éste a perdonar pecados?»  Pero Jesús le dijo a la mujer: «Tú confías en mí, y por eso te has salvado. Vete tranquila.». Hoy podemos tener un encuentro con el Señor y encontrar la paz.

Carlos Scott

Foto Gilbert Lennox
 

lunes, 9 de diciembre de 2024

La vida de la comunidad hacia la apertura

 Significancia e inclusividad 

“Empezaron a llevarle niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban. Cuando Jesús se dio cuenta, se indignó…” Mr. 10:13-14

La cultura judía no apreciaba a los niños. Tipificaban inmadurez y desconocimiento. No apreciaban su inocencia y potencialidad. Ocuparse de ellos era pérdida de tiempo. Los discípulos reprenden a los que habían traído los niños a Jesús. Ellos responden de acuerdo con su cultura y mentalidad. Jesús muestra su humanidad: Se indigna. Jesús nos dice: “El que es más insignificante entre todos ustedes, ese es el más importante”, Lc. 9:48. “Y después de abrazarlos, los bendecía poniendo las manos sobre ellos”, Mr 10:16. El Señor nos advierte en tener cuidado de transformarnos en un escándalo o tropiezo para otros, hacer pecar a los que son más pequeños. Pequeños como el que hecha demonios que no forma parte de los doce, Mr. 9:38-41. No excluirlos. Cortemos de raíz este mal. Se requiere una acción drástica que tiene que ver con cortar, dejar y abandonar el pecado. Se orienta la vida de la comunidad hacia la apertura. Trasciende fronteras creadas por los sistemas. No acepta el mal. La responsabilidad y autoridad que se nos ha dado es principalmente para servir, amar y recibir a otros. Jesús no se deja llevar por los prejuicios de la cultura. Toma en sus brazos a los niños. El Señor toma en sus brazos a los que todavía no tienen mucha comprensión de las cosas. El relato bíblico mantiene la prioridad de la solidaridad y no del exclusivismo, Mr. 9:33-50. Que podamos ser una comunidad abierta para todos guiada por el Espíritu Santo. Lo que hay que cortar es el pecado. Es una acción drástica, de profunda convicción, decisión, voluntad, responsabilidad, compromiso. "Vivan una vida llena de amor, siguiendo el ejemplo de Cristo. Él nos amó y se ofreció a sí mismo como sacrificio por nosotros, como aroma agradable a Dios", Ef 5:2

Carlos Scott

Foto Gilbert Lennox

domingo, 8 de diciembre de 2024

No poner abstáculos

 Dejarnos hacer

“Hubo quienes llevaron a sus niños para que Jesús los tocara y los bendijera. Pero los discípulos las regañaron. Al ver Jesús lo que estaban haciendo sus discípulos, se enojó con ellos y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí. No se lo impidan, porque el reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que quien no confía en Dios como lo hace un niño, no puede ser parte del reino de Dios» Jesús tomó en sus brazos a los niños y, poniendo sus manos sobre ellos, los bendijo”, Mc 10:13-16

Jesús ama a los niños y tiene motivo para esto. Le encanta que su pueblo sea un pueblo de “niños” y le gusta rodearse de ellos. Los niños no han aprendido a traicionar y se puede contar con ellos. Jesús nos desafía a ser como ellos y confiar. Es dejarnos hacer, porque el niño se deja hacer. Cuando nos volvemos grandes muchas veces nos transformamos en personas duras y tampoco estamos dispuestos a asumir riesgos y nuevas aventuras. Tratamos de refugiarnos en la seguridad y la prudencia. Para el niño todo es nuevo, es alegría, entusiasmo, creatividad, inquietud, descubrimiento y sorpresa. El mundo de los adultos se ha vuelto bastante oscuro, monótono, está perdiendo la vivacidad, ya no ríe y aprende tanto. Trata de tener planes detallados, pierde la espontaneidad, la novedad y cae en la rutina. Su refugio podría ser una coraza impenetrable cuyo nombre la llaman experiencia o tradición. Dios quiere llegar a nosotros y nuestro desafío es no poner obstáculos. Tenemos que “dejarle hacer”. Es derribar, demoler, arrancar, destruir para recién entonces volver a construir y plantar una nueva forma de ser, Jer 1:9-10. Es quitar las estructuras mentales y volvernos a encontrar con lo sencillo, lo simple y lo “humano”. Los apóstoles discutían de protocolos y se preocupaban de los primeros puestos. Cristo, colocando a un niño en medio de la escena, declara como entrar en el Reino de Dios “y poniendo sus manos sobre ellos, los bendijo”. Quizás debamos volver al inicio y nacer de nuevo, nacer de lo alto. “Ámense siempre los unos a los otros, como hermanos en Cristo”, Heb 13:1

Carlos Scott

Foto Gilbert Lennox

sábado, 7 de diciembre de 2024

Capaces de dejarse guiar

 Disponibilidad

"Les aseguro que quien no confía en Dios como lo hace un niño, no puede ser parte del reino de Dios. "Jesús tomó en sus brazos a los niños y, poniendo sus manos sobre ellos, los bendijo”, Mc 10:15-16

Jesús nos propone seguir el modelo del niño de los cuales no tienen posiciones que conservar, seguridades que defender, funciones que reclamar, un prestigio que mantener, privilegios que atribuirse. No tienen que presumir y no pretenden conquistar con la fuerza. Por lo general son confiados, dispuestos a recibir lo que le den, capaces de dejarse guiar y tienen el don de vivir en el instante presente. Los niños responden a la llamada que se les dirige, se abren confiados y tienen un sentido natural de dependencia. Están abiertos a la sorpresa y el sentido de maravillarse. Nos podemos volver demasiado viejos cuando perdemos la capacidad de asombro, ser receptivos y agradecidos. “Jesús siguió con el espíritu de niño hasta el final porque esperaba todo del Padre”. Dios realiza sus milagros cuando no hay orgullo, jactancia, vanagloria y fanfarronería. “Hermanos, Dios los llamó a ustedes a ser libres, pero no usen esa libertad como pretexto para hacer lo malo. Al contrario, ayúdense por amor los unos a los otros. Porque toda la ley de Dios se resume en un solo mandamiento: «Cada uno debe amar a su prójimo, como se ama a sí mismo.» Les advierto que, si se pelean y se hacen daño, terminarán por destruirse unos a otros.”, Ga 5:13-15

Carlos Scott

Foto Gilbert Lennox
 

jueves, 5 de diciembre de 2024

Especialistas en recibir a los demás

 Receptividad

“Hubo quienes llevaron a sus niños para que Jesús los tocara y los bendijera. Pero los discípulos las regañaron, … Jesús les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí”, Mc 10:13-14

El ser humano puede perder cierta apertura, simpleza y naturalidad. No necesariamente tiene que ver con nuestra edad cronológica. Podemos perder la frescura y el empuje para volvernos complicados y pretenciosos. Este episodio quizás se origina en un descanso del viaje. En la mente de los discípulos estos niños no son maduros como para estar cerca del maestro. Pueden ser un elemento de desorden, no merecen consideración y significa perder el tiempo. Parece que todo es cosa de adultos quienes pueden ser capaces de comprometerse y comprender la enseñanza del Señor. Jesús se enojó con sus discípulos porque la ternura hacia los pequeños permite reconocer al mismo Señor. Jesús nos enseña a tener cuidado de decidir quién es digno de acercarse a él y quién no lo es. Es sorprendente que los discípulos siempre son reprendidos cuando intentan “impedir” o “prohibir”. Los discípulos manifestaron incomprensión y la misma casi siempre está del lado del rechazo. Debemos tener cuidado en convertirnos en profesionales del rechazo y no ser especialistas en recibir a los demás. "Yo, el Rey, les diré: “Lo que ustedes hicieron para ayudar a una de las personas menos importantes de este mundo, a quienes yo considero como hermanos, es como si lo hubieran hecho para mí.”, Mt 25.40. Jesús nos anima a volvernos como niños y comenzar desde el principio, volver y partir desde el niño

Carlos Scott

Foto Gilbert Lennox

miércoles, 4 de diciembre de 2024

Dios está preocupado por la soledad del ser humano

 El ideal de Dios

“Unos fariseos se acercaron a él para ponerle una trampa, y le preguntaron: —¿Puede un hombre divorciarse de su esposa?”, Mc 10:1-2

Dios está preocupado por la soledad del ser humano. No es bueno que el ser humano permanezca solo y así lo manifestó Dios en su creación. No puede existir verdadera felicidad, cuando se está solo en la felicidad. El ser humano en separación no puede gustar la propia felicidad. Dios creó al ser humano a su imagen y la imagen de Dios es comunitaria, Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. El ser humano ha sido creado para vivir en armonía con Dios, con su prójimo y la creación. Vivir en comunidad es un desafío. Hablamos de la unidad sin la uniformidad, de la distinción sin caer en el individualismo, de la diferencia sin caer en la división y separación. Encontramos el propósito en la felicidad cuando estamos en relación unos con otros. Nuestra humanidad se realiza plenamente y se manifiesta completamente solo en la relación con otro ser. Podemos “tener todo”, sin embargo, puede faltar algo, nos falta alguien. La alegría de vivir en armonía con Dios implica el encuentro de amor con mi prójimo. El “no es bueno estar solo” afecta la vida social y afectiva. Dios mismo cae en la cuenta de esta necesidad. El proyecto divino respecto al matrimonio es un proyecto de amor, vida, armonía, luz, unidad. El encuentro mutuo del hombre y la mujer es el cara a cara de dos sujetos, de igual dignidad y se realizan en la entrega recíproca para el gozo del otro. La dureza del corazón nos ha separado unos de otros y cuando no le damos lugar al plan de Dios afloran los egoísmos. Una pareja perfecta no depende de un hombre o una mujer perfecta, todo comienza en una correcta relación con Dios. Jesucristo no acude a la ley para salvar a una pareja o darle su curación, sino que propone como una sanidad completa la referencia a un proyecto de amor. No todo pasa por un plano legal, sino en una perspectiva espiritual e integral. La conciencia, cuando se la solicita para que funcione, tiene el inconveniente de molestar. “No hagan que se ponga triste el Espíritu Santo de Dios... Por eso deben tratar de ser como él es"

Carlos Scott

Foto Gilbert Lennox

martes, 3 de diciembre de 2024

Es hora de buscar la luz

 Salir de la noche

“Pero como creen ver muy bien, Dios sí los culpará por sus pecados”, Jn 9:41

Es posible salir de la noche y la oscuridad puede ser derrotada. Jesús nos dice “Yo soy la luz del mundo”. Es hora de buscar la luz y no refugiarnos en nuestros argumentos. Huimos de la luz porque no queremos confrontarnos con nuestras propias miserias. La peor forma de ceguera es aquella que nos hace ver exclusivamente lo que queremos ver. El ciego pudo afirmar ¡Lo que sí sé es que antes yo era ciego, y ahora veo!. Hay un hecho innegable y es que Jesús nos puede dar la vista y una vida abundante siguiendo sus gestos y opciones. Cuando conocemos a Jesús y le seguimos aparece el milagro de la “vida entera”.  Nuestro seguimiento al Señor está basado en un encuentro que se traduce día a día en la relación con él. Es experiencia de vida porque donde hay un encuentro con él nuestra vida cambia. Podemos ser transformados y lavar nuestros ojos gracias a su luz.  “Enseguida Jesús escupió en el suelo, hizo un poco de lodo con la saliva, y se lo puso al joven en los ojos. Entonces le dijo: «Ve a la piscina de Siloé, y lávate los ojos. El ciego fue y se lavó, y cuando regresó ya podía ver.», Jn 9:6-7

Carlos Scott

Foto Gilbert Lennox

viernes, 29 de noviembre de 2024

¿Por qué nació ciego?

 Indignación

“Jesús les contestó: —Si ustedes reconocieran que no ven tanto como piensan, Dios no los culparía por sus pecados.”, Jn 9:41

El relato bíblico nos describe a un joven ciego que parece llevar una especie de condena social. Padece de una grave enfermedad desde su nacimiento. Su presencia es incomoda y molesta. Sus ojos despiertan la curiosidad sobre el origen de su enfermedad ¿Por qué nació ciego? Hay personas que suelen unir la enfermedad y la culpa. Jesús lo declara inocente a él y a sus padres. Cuando el mal y la enfermedad se hacen presentes no están tanto para que lo expliquemos sino para derrotarlo. Los discípulos asumen una postura fatalista ante el ciego y se resignan ante las desgracias de los demás. Todo queda reducido al pedir una explicación y no imaginan que esa situación puede ser vencida. El ciego no tiene solución para muchos, piensan que algo habrá hecho para estar en esa situación y no hay salida. Jesús no comparte el fatalismo y el diagnóstico que lamentablemente suelen darles a las personas enfermas y discapacitadas. Para Jesús la fe no es principio de resignación, sino de indignación. La indignación es un enojo vehemente. Se manifiesta cuando algo provoca enojo o irritación. Jesús nos vuelve a decir “Cuando vayan, anuncien este mensaje: “Ya está por llegar el reino de Dios”. “Sanen también a los enfermos. Devuélvanles la vida a los muertos. Sanen a los leprosos, y libren de los demonios a la gente. ¡No cobren nada por hacerlo, pues el poder que Dios les ha dado a ustedes tampoco les costó nada!", Mt 10:7-8.  Dios nos llama a no aceptar como normal lo que es anormal. Nos levantamos en oración. “Pidan a Dios, y él les dará. Hablen con Dios, y encontrarán lo que buscan. Llámenlo, y él los atenderá.  Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido.”, Mt 7:7-8

Carlos Scott

Foto Gilbert Lennox 

jueves, 28 de noviembre de 2024

Un tiempo para examinarnos

 Responsabilidad

“Jesús les contestó: —Si ustedes reconocieran que no ven..., Dios no los culparía por sus pecados. Pero como creen ver muy bien, Dios sí los culpará por sus pecados.”, Jn 9:40-41

Jesús nos llama a examinarnos y apela a nuestra responsabilidad. Nos encontramos con el pecado cuando pretendemos ver cerrando los ojos a la luz. “Jesucristo nos enseñó que Dios es luz, y que donde Dios está no hay oscuridad. Éste es el mensaje que ahora les anunciamos. Si decimos que somos amigos de Dios y, al mismo tiempo, vivimos pecando, entonces resultamos ser unos mentirosos que no obedecen a Dios. Pero si vivimos en la luz, así como Dios vive en la luz, nos mantendremos unidos como hermanos y Dios perdonará nuestros pecados por medio de la sangre de su Hijo Jesús.  Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no decimos la verdad. Pero si reconocemos ante Dios que hemos pecado, podemos estar seguros de que él, que es justo, nos perdonará y nos limpiará de toda maldad.  Si decimos que nunca hemos hecho lo malo, hacemos que Dios aparezca como un mentiroso, y no hemos aceptado el mensaje que él nos ha dado.”, 1 Jn 1:5-10. Jesús puede abrir nuestros ojos y sanarnos cuando estamos dispuestos a no mantenerlos cerrados.

Carlos Scott

Foto Gilbert Lennox

miércoles, 27 de noviembre de 2024

“No hay peor ciego que el que no quiere ver”

Fe creciente

“Algunos fariseos que estaban con él, al oírlo hablar así, le preguntaron: —¿Qué? ¿Acaso también nosotros somos ciegos?", Jn 9:35-40

La luz de Jesús iluminó al ciego integralmente. El resultado fue una identificación con Jesús a tal punto que pudo expresar su falta de temor ante la amenaza de esos religiosos y su expulsión final. En el ciego vemos una fe creciente en la relación con Jesús, pero esto provocó el rechazo de las autoridades. Lo que funcionó para producir la salvación en uno, produjo la separación de otros. Mientras que este hombre iba abriéndose progresivamente a Jesús, los religiosos se cerraron. El gran error de ellos no estaba en ser ciegos. El problema fue que, siendo ciegos, pretendían ver. Esa pretensión los llevo a rechazar una nueva visión de Jesús. “No hay peor ciego que el que no quiere ver” ¿En qué proceso nos encontramos en el seguimiento de Jesús? ¿Qué pasos debería seguir dando para tener una fe creciente y una nueva visión de Jesús?  ¿Qué nuevos desafíos y cuestionamientos presenta Jesús a la vida de la iglesia? 

Carlos Scott

Foto Gilbert Lennox