Una visión de esperanza
“Como habíamos pasado mucho tiempo sin comer, Pablo se levantó y les dijo a todos: «Señores, habría sido mejor que me hubieran hecho caso, y que no hubiéramos salido de la isla de Creta. Así no le habría pasado nada al barco, ni a nosotros. Pero no se pongan tristes, porque ninguno de ustedes va a morir. Sólo se perderá el barco. Anoche se me apareció un ángel, enviado por el Dios a quien sirvo y pertenezco. El ángel me dijo: “Pablo, no tengas miedo, porque tienes que presentarte ante el emperador de Roma. Gracias a ti, Dios no dejará que muera ninguno de los que están en el barco.” Así que, aunque el barco se quedará atascado en una isla, alégrense, pues yo confío en Dios y estoy seguro de que todo pasará como el ángel me dijo», Hch 27:21-26 Dios le revelo a Pablo que todos los que estaban navegando con él se salvarían y le concede la vida de sus acompañantes. Gracias a la fidelidad de Pablo en la misión los demás se salvan del naufragio. Hay otra historia en la biblia y es la de Jonás quien toma un barco para ir en la dirección contraria a la que Dios ordena. A consecuencia de su infidelidad toda la embarcación peligra, y los tripulantes no tienen otra alternativa que lanzarlo al mar. Una iglesia fiel es esperanza para el mundo, una iglesia infiel se puede transformar en una amenaza. Creemos que hay un futuro distinto, pero el mundo no podrá creernos si no vivimos a partir de esa esperanza. El mundo se puede animar a creer, en la medida que anunciemos y vivamos esta esperanza. Se nos llama a ser un anuncio en palabras y acciones concretas. También la propia vida interna de la comunidad está llamada a mostrar ese futuro distinto que Dios ha prometido. “Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros. El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos», Jn 13:34-35