Dejarse cuestionar
"Los jefes judíos volvieron a llamar al que había sido ciego, y le dijeron: —Júranos por Dios que nos vas a decir la verdad. Nosotros sabemos que el hombre que te sanó es un pecador. Él les contestó: —Yo no sé si es pecador. ¡Lo que sí sé es que antes yo era ciego, y ahora veo!”, Jn 9:24-25Cuando leemos este relato en el evangelio lo primero que descubrimos es que el problema no es el ciego. Son los demás. Jesús sana al ciego, pero la dificultad está en que no se consigue abrir los ojos en aquellos que dicen que “ven” y continúan obstinados en mantenerlos cerrados. A muchos el milagro no les dice nada. El relato se abre con un solo ciego, pero concluye en que hay otros ciegos que son incurables. Jesús no puede “hacer un milagro” con los que pretenden ver cerrando los ojos a la luz. Son personas que terminan siendo responsables y causantes de su propia ceguera. Se trata de los ciegos voluntarios, que tienen la suposición y jactancia de iluminar, pero lo único que logran es cegar a los demás. Dios desea comenzar un proceso en nuestras vidas que nos lleva progresivamente a la fe y sanidad. Hay personas que no se dejan cuestionar como fue lo que les ocurrió a estas autoridades. Cuando las teorías son puestas en discusión, contestadas por los hechos, suele haber personas que confunden la verdad con su propio juicio. Y si los acontecimientos les desmienten, le echan la culpa a los mismos. Ante un mundo ciego Jesús afirma “Yo soy la luz del mundo” “Si decimos que somos amigos de Dios y, al mismo tiempo, vivimos pecando, entonces resultamos ser unos mentirosos que no obedecen a Dios. Pero si vivimos en la luz, así como Dios vive en la luz, nos mantendremos unidos como hermanos y Dios perdonará nuestros pecados por medio de la sangre de su Hijo Jesús”, 1Jn 1:6-7
Carlos Scott
Foto Gilbert Lennox
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