Los poderosos
«¿Qué debemos hacer con estos hombres? —se preguntaban unos a otros— … Entonces llamaron nuevamente a los apóstoles y les ordenaron que nunca más hablaran ni enseñaran en el nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan respondieron: «¿Acaso piensan que Dios quiere que los obedezcamos a ustedes en lugar de a él? Nosotros no podemos dejar de hablar acerca de todo lo que hemos visto y oído» Entonces el Concilio los amenazó aún más, pero finalmente los dejaron ir porque no sabían cómo castigarlos sin desatar un disturbio. Pues todos alababan a Dios por esa señal milagrosa, la sanidad de un hombre que había estado lisiado por más de cuarenta años”, Hch 4:16-22Pedro y Juan estaban con el pueblo y atendían sus necesidades, pero la clase dirigente solo pensó en su poder y se sintió amenazada. La principal causa de la intervención de las autoridades se debe a que estaban resentidos de que enseñasen al pueblo y que se les viera con autoridad. Lucas nos relata que hay estructuras oficiales de poder y estas se suelen unir cuando peligra su control sobre el pueblo. Los poderosos, celosos de su poder y prestigio son quienes encarcelan a Pedro y Juan. En un momento de amenaza y al parecer de fracaso se nos habla que una multitud creyó en Jesús. “Pero muchos de los que habían oído el mensaje lo creyeron, así que el número de hombres creyentes ascendió a un total aproximado de cinco mil”, Hch 4:4. Las amenazas de las autoridades fue mayor, pero Pedro y Juan no les tuvieron miedo. La fe no es solo para los buenos tiempos y no es necesario el prestigio y poder para que la gente crea. En el momento que los poderosos se opusieron con mano fuerte el número de creyentes aumento. “Porque el Espíritu de Dios no nos hace cobardes. Al contrario, nos da poder para amar a los demás, y nos fortalece para que podamos vivir una buena vida cristiana”, 2 Ti 1:7
Carlos Scott