viernes, 22 de diciembre de 2017

Dios con nosotros. Dios tiene la primera y última palabra.

Las últimas palabras del Evangelio de Mateo dicen: «Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo» Mt. 28:20b. Una de las preguntas que a veces nos hacemos es la siguiente: ¿Debemos asumir riesgos y enfrentar peligros por unirnos a la misión de Dios en el mundo? El texto de la palabra de Dios que se encuentra en la Gran Comisión (Mt. 28:16-20) nos ayuda a pensar y recordar que cuando nos involucramos en su misión Jesús promete estar con nosotros siempre.
“En el Antiguo Testamento la presencia del Señor se enfatiza especialmente cuando la misión es peligrosa (Jos. 1:5, Is43:1-13)”. Hoy también en nuestra generación debemos afirmarnos y depender de la palabra sencilla de Jesús. No dependemos de ciertas seguridades en el orden material y natural sino de lo sobrenatural que se manifiesta por la presencia de Emanuel: “Dios con nosotros”.
Mateo toma la expresión “con ustedes” y “hasta el fin del mundo” de la palabra Emanuel que es “Dios con nosotros” citado en Is 7:14 y Mt 1:23. La permanencia de Jesús está relacionada con el compromiso de sus seguidores con la misión. En el proceso de hacer discípulos Jesús permanece con todos aquellos que se comprometen a estar en su seguimiento.
«Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra» (Mt. 28:18). Su autoridad no solamente la tiene sobre la tierra sino también sobre el cielo. Su autoridad es de extensión universal.
Nuevamente surge la pregunta con otro matiz: ¿Si Jesucristo es él Señor de todo el cosmos porque debemos ir a las naciones? David Bosch contesta: “Si Jesús, en realidad, es Señor de todo, esta realidad tiene que ser proclamada” .Jesús nos dijo: “Por tanto vayan y hagan discípulos” (Mt 28:19). El hecho que Jesucristo es él Señor y Rey de todo implica una misión no solo local, sino también global. La misión adquiere un carácter universal que incluye a todas las etnias.
Vivimos tiempos en que muchas veces nos sentimos amedrentados por las circunstancias que nos toca vivir, por un contexto errático, con pérdida de valores y falta de temor a Dios. La impresión es que muchas veces la última palabra la tiene el poder imperante, ya sea, la pauta cultural, el mercado, gobierno, políticos, jueces, periodistas o bien los medios de comunicación. Es precisamente aquí donde debemos a volver a confiar en la palabra sencilla de Jesús y toda la escritura. La última palabra la tiene nuestro Dios. Es el principio y es el final, es la primera y última palabra para la humanidad. Debe ser la autoridad para mi vida como primera y última palabra. Sigue siendo la única autoridad para su Iglesia. Su reinado y victoria es final. Se cumple o se cumple, no hay medias tintas o marcha atrás (Fil 2:9-10).
Ante tal realidad nos queda caer postrados en adoración y confesarle al Señor nuestras dudas, temores y falta de Fe. El Señor nos llama a entregar la indeterminación del ánimo o la falta de determinación para seguirle. Jesús nos anima a tener valor y perseverar en obediencia más allá de nuestras dudas y temores (Heb 10:35-39). Dios está con nosotros y tiene la última palabra.
“Por tanto vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”.

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