“Una chispa que enciende el corazón”, Lc 24:13-49
El día que Jesús resucitó se encontró con dos
de sus seguidores en el camino a Emaús (Lc
24:13-35). Jerusalén se había transformado en un lugar peligroso donde había
hostilidad e incertidumbre. Estos
creyentes estaban abatidos y preocupados. Se dirigían hacia el oeste y la
puesta del sol. Sus esperanzas parecían estar
muertas y enterradas.
Sus sueños destruidos, era el ocaso. Parecía no tener explicación lo ocurrido
con Jesús de Nazaret.
Jesús les dio significado a las
cosas, les
presentó un gran panorama, un amanecer y sus vidas tuvieron sentido. No comenzó
por el final sino por el principio. La escritura dice: “Entonces,
comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a
él en todas las Escrituras”, Lc
24:27.
Jesús hablo con ellos y la
oscuridad se hizo luz.
No hubo ninguna receta mágica. La
invitación fue simplemente a leer y a entender. Acercarnos a la palabra de
Dios como realidad viva, como fuego. Confiarnos a la guía del Espíritu. Tener el coraje de arriesgar el corazón y
de ir más lejos.
“Entonces se le abrieron los ojos
y lo reconocieron…”.
En una comida común, en una casa común y con un pan común fueron como estos
hombres reconocieron a Jesús. “Se decían el uno al otro:
― ¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos
explicaba las Escrituras?, Lc 24:32. La palabra que nos alcanza, es siempre el
fenómeno de estar en el camino.
Ellos
regresaron a Jerusalén lugar de peligro y hostilidad. Se preparaba la expansión
global de su gloria. Esta sería lanzada con los discípulos desde un lugar
peligroso: Jerusalén. Nada pudo detener
la obediencia y el gozo de entender la gran visión del Señor. “Para dejar de
caminar con pasos torpes, es necesaria una chispa, una sacudida que cambie el
ritmo de los latidos del corazón” [1]
En Jerusalén junto a todos los discípulos
Jesús mismo se puso en medio de ellos y
les dijo: Paz a ustedes…” Lc 24:36. “―Esto es lo que está escrito
—les explicó—: que el Cristo padecerá…”, Jesús acentúa la cruz. “… y resucitará al tercer
día,” Jesús acentúa su resurrección.
“y en su nombre se predicarán el arrepentimiento y el
perdón de pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén.”, Jesús acentúa la urgencia de la tarea en
la misión mundial. “Ustedes son testigos de estas
cosas. Ahora voy a enviarles lo que ha prometido mi Padre; pero ustedes
quédense en la ciudad hasta que sean revestidos del poder de lo alto.” Lc
24.46-49, Jesús acentúa el
secreto del poder.
“Cuando
estalló la persecución los apóstoles no se dispersaron… Permanecieron
donde era más estratégico y, sin embargo, más peligroso. Fueron arrestados,
humillados, censurados y golpeados más de una vez (Hch 4:1-21 y 5:17-41). Pero,
aun así, continuaron. Con el tiempo, Jacobo fue muerto (Hch 12:2). Aun
entonces, siguieron en Jerusalén, rehusándose a huir… Pedro fue arrestado. Fue
necesaria una liberación angelical para terminar de convencerlo de buscar un
lugar más seguro fuera de la ciudad (Hch 12:7). No hay ninguna indicación de
que alguno del resto de los doce haya ido con él. Estas eran personas
obstinadamente obedientes. Al parecer, no había amenazas que pudieran
intimidarlos” [2]
Ser testigo implica actuar en un contexto
público. No es solo afirmar los hechos de
Jesús sino también seguirle con disposición de sufrir (Hch 14:21-23). Es un testimonio constituido por el
sufrimiento. Todo esto se da por hombres y mujeres comunes que actúan con
valor. Son estos tiempos cuando se establece el valor de seguir a Cristo. “Y
seguía aumentando el número de los que creían y aceptaban al Señor.” (Hch 5:14)
Como
iglesia en el día de hoy necesitamos que Jesús se ponga a nuestro lado y nos
abra el entendimiento para comprender las escrituras en la visión de Dios (Lc
24:45-48). Tenemos un propósito que nos transciende. Necesitamos renovar la confianza puesta en el Señor para ser testigos
fieles en la ciudad, la nación y el mundo.
Es predicar el evangelio, no
claudicar, no tranzar, no negociar valores y principios. El lugar peligroso es
donde experimentamos el poder del Señor.
Preguntas para reflexionar y trabajo en
grupos pequeños:
¿Qué significa estar en un lugar peligroso?
¿Cómo lo definimos? ¿Qué implicancias tiene?
¿En qué sentido los lugares donde estamos se
pueden transformar en peligrosos?
¿Cuáles son los desafíos que debemos tomar en
los lugares que Dios nos colocó?
¿Cuál es el mandato y la misión? ¿Cómo lo
podemos hacer efectivo?
Carlos Scott
No hay comentarios:
Publicar un comentario