viernes, 7 de agosto de 2020

"Y después de abrazarlos, los bendecía poniendo las manos sobre ellos", Mr 10:16

"Y después de abrazarlos, los bendecía poniendo las manos sobre ellos", Mr 10:16
Jesús nos muestra una teología que tiene que ver con el apego, el cuidado, el abrazo, la ternura, la proximidad, aceptación, pertenencia y equidad. Hay empatía, valoración y humildad. Dios nunca pierde el corazón. Nunca. Es una teología del amor que se manifiesta en la autoridad del afecto y el cuidado tierno.
Al pensar en la iglesia Latinoamericana las últimas estadísticas nos indican que el 50 % no se congrega. Hay gente que ha sido avergonzada, humillada, no tratada con respeto, dignidad y equidad. En una sociedad líquida, como el agua que se va entre las manos las personas siguen perdiendo las relaciones sólidas, los vínculos, la cercanía, la confianza y el sentido de comunidad. ¿Podrán volver a confiar?
En la Iglesia y la sociedad del rendimiento con su exceso de positividad, dispersión y autosuficiencia para vivir sin límites hemos perdido el descanso espiritual, emocional y físico. Es como una rodilla que aprieta el cuello de una persona y no le permite respirar. Su medida es utilitaria y política por lo que podemos aportar o dar. La pandemia de la productividad, los resultados, la competencia, la aceleración y el éxito a cualquier costo, nos llevaron a tener una sociedad e iglesia cansada que puede estar alejada de una teología trinitaria de relación, del compañerismo, la amistad, la unidad en el espíritu y cerca del dolor, del lamento, fragilidad y sufrimiento de la gente. ¿Qué tipo de iglesia surgirá después de esta pandemia?
¿Cuáles son nuestros problemas? ¿Es la institución, el clero o liderazgo? ¿El problema son los laicos o feligreses? ¿Qué hemos hecho mal si es que algo hicimos mal? ¿Cuál es el proceso de purificación que necesitamos?

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