Partir el pan
“Luego, estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció”, Lc 24:30-31Jesús fue reconocido no precisamente por abrir un libro, sino en el acto de partir el pan. Es un pan que despierta los sentidos y nuestro entendimiento. Es un don que se recibe con los ojos. Nuestra distancia con el Señor puede estar marcada por no saber ver y permanecer bajo el signo de la palabra y del pan. Después de haber acumulado tanto cansancio y recibir decepciones, siempre hay un pan partido que nos da nueva fuerza y confianza. “Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre”, Jn 1:14. El sendero de la vida que el Señor nos muestra nos permite dejar atrás las caras largas, las lamentaciones, el desánimo, los suspiros, las frustraciones. “Me mostrarás el camino de la vida; me concederás la alegría de tu presencia y el placer de vivir contigo para siempre”, Sal 16:11. El caminante misterioso que se une a los viajeros a Emaús enciende sus corazones con una palabra y luego lo reconocen al partir el pan. La resurrección es una fuerza que transforma la realidad. “Los dos, por su parte, contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo habían reconocido a Jesús cuando partió el pan”, Lc 24:35.
Carlos Scott
Foto de Gilbert Lennox